Luciérnagas en la Ciudad
Luciérnagas en la Ciudad: Cuando la Luz se Mueve con Alas
En las noches más oscuras, cuando la ciudad se repliega en su propio murmullo de asfalto y rutina, hay pequeñas luces que desafían el cemento. Son pocas, a veces esquivas, pero existen: luciérnagas.
Sí, incluso aquí. En un rincón olvidado del parque, en una vereda que bordea una plaza no tan transitada, alguna vez, si uno camina lo suficientemente despacio, se puede ver una chispa viva flotando. No es una farola rota. No es un reflejo. Es vida.
Las luciérnagas no son sólo insectos; son metáforas en miniatura. Nos recuerdan que todavía hay cosas que brillan sin electricidad, que iluminan sin invadir. En un mundo de luces que encandilan y pantallas que distraen, ellas ofrecen algo más íntimo: el asombro.
¿Y si camináramos más seguido como si esperáramos ver una luciérnaga? ¿Si bajáramos el ritmo, silenciáramos el celular y dejáramos que la noche tenga su voz? Quizás no encontremos una, pero en el intento descubramos otra cosa: que el sendero también es un refugio para la ternura, para lo inesperado.
Las luciérnagas están en peligro. No solo por los pesticidas o la pérdida de hábitat, sino por algo más profundo: nuestra pérdida de tiempo lento. Ellas necesitan oscuridad, humedad, silencio, todo lo que la ciudad suele ignorar.
Desde Entre el Asfalto y el Sendero, te invitamos a buscar la luciérnaga como símbolo. De esperanza, de memoria, de lo que todavía puede aparecer cuando se apaga el ruido. Porque mientras haya alguien caminando con los ojos atentos, siempre podrá haber una luz pequeña que lo acompañe.
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