Roedores en la Ciudad
Roedores en la Ciudad: Lo que Revelan sobre Nuestros Hábitos y Espacios
Caminar por la ciudad no es solo una forma de ejercicio, es también una manera de leer lo que ocurre en sus entrañas. A veces, basta con detenerse en una esquina, mirar al costado de un contenedor de basura o escuchar con atención entre las sombras de una vereda mal iluminada. Ahí están: los roedores. Invisibles para algunos, inevitables para otros.
No es casual su presencia. Los roedores urbanos —principalmente ratas y ratones— no solo buscan comida, buscan huecos en el modo de vida que hemos construido. Si están, es porque les dejamos entrar. La basura mal dispuesta, los espacios abandonados, la falta de planificación en cloacas y desagües, son parte del relato que ellos habitan.
En mis caminatas por Avellaneda, he aprendido que ver un roedor no es solo motivo de disgusto: es una señal. Un espejo de cómo cuidamos —o descuidamos— nuestro entorno. Y más aún, de cómo ciertas zonas, especialmente en barrios populares, conviven a diario con riesgos sanitarios que podrían evitarse con políticas públicas activas y conciencia ciudadana.
Los roedores no solo portan enfermedades; también revelan desigualdades. Donde hay más roedores, suele haber menos infraestructura. Menos control. Menos cuidado colectivo.
Desde Entre el Asfalto y el Sendero, proponemos ver el problema como lo que es: un síntoma. Un llamado a caminar atentos, a observar con más profundidad y a preguntarnos cómo podemos mejorar los hábitos urbanos, desde la disposición de residuos hasta el diseño de espacios verdes que incluyan control y prevención.
La próxima vez que veas un roedor cruzar la calle a la noche, no solo te asustes. Pensá en qué puede estar diciendo sobre ese rincón de ciudad que habitamos juntos.
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